“Tengo el alma enamorada noma´s de pensar corazón, de soñarte noche a noche dueña de mi amor”, era el fondo que alegraba y animaba a cantar a los “clientes” que asistieron aquél día a la palapa dedicada a servir mariscos.
La banda “Río Viejo”, era la encargada de amenizar el ambiente, pero en este lugar algo no era común, al voltear alrededor se percibía un ambiente un poco tenso, las miradas fijas en los músicos, además que los colores y brillos brotaban por donde sea.
Fue hasta que habían pasado varios minutos de estar sentada en el lugar, observando, que me di cuenta de la realidad y es que estaba rodeada de esta nueva generación, mejor conocida como “buchones”.
Lo normal hubiera sido comer, beberme una o dos cervezas y retirarme del lugar, honestamente no soy muy afín a este tipo de música, sin embargo, no pude evitar quedarme para ver, aprender de ellos y su forma de diversión.
Aclaro que no me resultan una especie que provoque miedo, pero si confieso que me causan mucha intriga, bastante me han contado de ellos y no podía desaprovechar la oportunidad de vivir lo que después me dijeron se define como: una “palapa buchona”.
Resulta que físicamente, estos lugares son así, vilmente una palapa y regularmente el área donde se prepara la comida es una casetita muy bien marcada con alguna marca de refresco, el motivo de exaltar este detalle, es que los carros que se encuentran estacionados alrededor, son “trocas” del año, o deportivos, que de por sí ya su factura es demasiado elevadas, el costo de los mismos se vuelve inalcanzable con los “accesorios” que los dueños, -¡los buchones, pues!-, le agregan.
No conforme con estos “lujos”, cuál fue mi sorpresa al ver el menú, pero no por los deliciosos platillos, -¡No!-, el apartado de “whisky”: buchanans 12 o 18, chivas, etiqueta negra, “del que quieras”, me respondió el mesero, cuando sorprendida le cuestioné. Y bueno, así seguimos con tequila, vodka y hasta brandy, mi pregunta obviamente fue ¿a quién se le puede ocurrir mezclar tan deliciosa comida, con este tipo de bebidas y más en una palapa?, en efecto, a los “buchones”.
La excentricidad de estos personajes radica en su forma de vestir simplemente, diseños muy elaborados, marcas de diseñadores famosos en mayúsculas (y por todo el cuerpo), brillo en las gorras camisetas y en un descuido (si es que no me fijé bien) hasta en los zapatos.
Los minutos pasaban y con ellos, la verdad, se acrecentaba mi curiosidad, claro todo esto acompañado de un “aguachile”, que cabe mencionar no estaba nada rico, pero bueno, eso no es lo importante; empieza a sonar la banda de nuevo, luego de un descanso e inicia “la burlona”, canción que yo no se por qué, pero arrancó varias sonrisas.
Ahí fue justo el momento donde decidí voltear a ver a los músicos, ¡oh, sorpresa!, eran alrededor de diez hombres, con diferentes instrumentos, pero algo en común, su tipo de vestimenta, resultaron ser “buchones” también, ¿pues qué le encuentran de padre a esos diseños?, no entiendo, pero está bien, lo respeto, valoro y tolero, como dicen por ahí.
Total que las trocas seguían llegando, clientes entraban y salían y yo seguía postrada en mi silla viendo a todos pasar, aquí llego al punto donde confieso que eso de “una cerveza o dos”, resultó ser una mentira, lo más divertido de estos “lugarsitos”, es que puedes introducir tu propia “cheve” y no hay ningún problema, yo no entiendo como logran obtener esos permisos especiales, ¿es acaso un privilegio por ser buchón?, tampoco lo sé.
Ya un poco aturdida con la música y con los tragos ¡cómo no!, decidí retirarme del lugar, pedí la cuenta al mesero, quién por cierto, lo vi entrar y salir del estacionamiento en su “Troca Lincoln”, y dije: “pues de ser así, yo también quiero ser mesera de aquí”.
Y así dejé aquella fiesta, que a mi parecer carece de mucha legalidad, sin embargo existe y está al alcance de todos, destaco el hecho de que no solicitan una identificación que compruebe la mayoría de edad, primero para introducir y en segunda para ingerir bebidas alcohólicas y no es que yo me vea de quince años, pero hasta donde yo se, si es un requisito solicitarla.
Los “buchones” me llamaron la atención, lo confieso, su vida, algo esconden, siento que eso lo transforman en botellas finas, fiestas, banda, carros de lujo, pero no me dejo engañar, yo jamás comería “mariscos con sabor a whisky.
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